Sentí una profunda herida en mi pecho
al comprender que no podría evitarle
el sufrimiento a mi pequeña hija.
Por eso cada día me empeño
en ser muy dichosa.
Pues, si la pena vendrá sola con la propia vida,
que venga de mi mano mostrarle
cómo cada día tiene también su alegría.
Y gracias a eso yo voy aprendiendo.
Resiste,
como lo hace la piedra en el arroyo.
Déjate llevar en la riada,
si debe arrastrarte el agua,
y deja que se redondeen tus esquinas
poco a poco en la corriente.
Resiste el calor de las horas altas
y el frío de las bajas;
sirve de asiento para unos
y sé un tropiezo para otros,
y también un arma, o una joya,
o un recuerdo.
Tú resite, como la piedra.
Pues resistir no es negarse al propio
cambio,
sino adaptarse a los cambios ajenos.
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